Si un día me pierdo, que me busquen en el Barrio de las Letras. Las calles de este barrio madrileño esconden preciosas tiendas, encantadores restaurantes, o lugares mágicos como la casa museo de Lope de Vega, con su jardín casi secreto. Y como no podía ser de otra manera, también hay casas preciosas en las que buscar inspiración. Casas como la que protagoniza nuestro reportaje de hoy, en la que vive Jorge Luis Obando, un arquitecto interiorista que lleva 3 años viviendo en una de las calles más bonitas de este barrio, la calle Lope de Vega.
Tras subir las escaleras de uno de los viejos edificios de esta calle madrileña, Jorge Luis nos abre con una tremenda sonrisa las puertas de su buhardilla. Una casa laboratorio, luminosa, ecléctica y llena de color en la que este arquitecto de profesión, interiorista por vocación y creativo por naturaleza, ha construido su hogar.
Como no podía ser de otra manera, y dado que Jorge Luis viene de Armenia, una ciudad situada en la zona cafetera de Colombia, la charla se produce en torno a una deliciosa taza de café colombiano.
La elección del barrio de Las Letras para vivir no es algo casual. Tras llegar a Madrid, su primera opción fue vivir en Malasaña. Pero cuando empezó a conocer el barrio de Las Letras, “me enamoré, porque me parece que este barrio tiene una connotación súper artística. Las Letras me olió a arte, me olió a bohemio, a creatividad… empecé a recorrer las calles, y algo me dijo que tenía que estar aquí: sentí que este es el lugar en el que tenía que estar”, explica Jorge Luis.
Una casa que se llenó de color durante la pandemia
En esta casa, llena de color, Jorge Luis lleva ya tres años. “Estoy viviendo aquí desde agosto de 2019, justo antes de que comenzara la pandemia. Y la casa la he hecho mía por partes. Todos mis proyectos son muy orgánicos, son elementos que se van autoconstruyendo y, obviamente, llegó a esta casa, y hay un elemento muy importante a la hora de diseñarla: vengo de un país que no tiene estaciones, y aquí, hay muchos extremos. Tras el verano, llegó el otoño, después el invierno, y anhelaba la llegada de la primavera y el color.
Pero la llegada de esa deseada primavera coincide con la llegada de la pandemia y el inicio del confinamiento. Esta situación “me pilla lejos de mi familia, de mi casa, y es inicio de una época demasiado gris. Y como no podía salir a ver la primavera porque teníamos que estar encerrados en casa, pues traje el color a mi casa y empecé a pintar las paredes, ya que creo que el color cambia el estado de ánimo de las personas”.
El proceso de transformación de una casa con tonos muy sólidos hacia una casa vibrante y llena de color no lo hizo en solitario. Durante el confinamiento, Jorge Luis Obando comenzó a grabar vídeos para compartir con sus seguidores conceptos decorativos, cómo combinar colores, cómo colgar cuadros… Y en esos vídeos también mostró cómo pintaba las paredes de su casa. El proceso de pintar los murales de su casa surge en parte por la necesidad de dar color a su vida en un momento triste, pero que también respondió a su idea de tener una casa rica y llena de elementos con significado para él, con reminiscencias a los 80 y al estilo Memphis . “Mi cabeza está llena de color, soy incapaz de vivir en una casa plana, necesito una casa rica. Y además, yo soy ochentero, esos recuerdos me traían buenos recuerdos”, señala Jorge Luis.
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Un salón sin sofá
Siguiendo el estilo de la casa, el salón es el reflejo de la personalidad de este arquitecto. Los techos abuhardillados con las vigas de madera dan mucha personalidad al conjunto. Y el salón ha sido adaptado a sus necesidades. En este sentido, Jorge Luis afirma que hace diseño, no decoración. “Para mí, el diseño es solucionar una situación o un problema de una manera creativa. En esta casa yo solucioné todas mis necesidades, mis necesidades de trabajar, de dormir, de comer, mis necesidades de cómo socializar. Si te fijas, no tengo un sofá, porque no tengo visita de sala con la suegra tomando café, yo tengo visitas de mis amigos, sentados en el suelo tomándonos unos vinos y comiendo jamón. Entonces, yo diseñé la casa basándome en qué necesito”.
En el salón también destaca la presencia de plantas para dar un toque natural, y una lámpara de araña que rescató de la basura y que cuelga de la parte baja del techo abuhardillado con un terciopelo violeta tapando el cable… EL tronco con plantas también se lo encontró en la calle tirado. Unas fotos suyas realizadas en Colombia, un rincón para pintar y la zona de comedor complementan la estancia, junto a una vitrina blanca que ya estaba en la casa antes de que Jorge Luis entrara a vivir.
Una cocina con una hamaca
La cocina, práctica y funcional, tiene una isla que separa el espacio de trabajo de la puerta de acceso a la vivienda y de la zona de paso que comunica el salón con el resto de habitaciones. En esta zona destaca especialmente la presencia de una hamaca: “En Colombia se usan mucho las hamacas, dan una sensación de confort. Yo la uso mucho, por las mañanas me tomo el café sentado en ella, porque entra el sol por esa ventana. Y cuando invito a amigos a casa, este es el inicio. Luego pasas a cenar, y al final, terminas aquí con los vinos a media luz”, explica Jorge Luis.
Lámpara hechas con coladores
En el dormitorio abuhardillado los ojos se van directamente hacia unas lámparas situadas encima de la mesilla de noche. Estas lámparas, de distintos colores, han sido diseñadas y creadas por este interiorista utilizando coladores. “Se inspiran en las lámparas turcas con gran cantidad de perforaciones que permiten que salga la luz. Cuando llegué aquí, vine a hacer un máster de diseño, y tuve que hacer unas lámparas. El problema es que no podía utilizar plástico. Yo pensé que me estaban quitando un material muy importante, y a la vez, me pedían que utilizara un material que durara toda la vida. Entonces, pensé en quitarle al plástico el concepto de desechable. Cogí unos coladores de plástico, y decidí darles un segundo uso. Me gusta mucho jugar con la iluminación, tengo muchas luces indirectas en casa, y estas lámparas tiñen la habitación de luz, permiten hacer juegos de luces dependiendo del momento, con una serie de combinaciones.
En las lámparas también destacan los cables, que forman parte de la decoración del dormitorio. “Para mí los cables también eran importantes, yo pienso que si algo no se puede esconder, que se note bastante. Al dejarlos visto y darles protagonismo, pensaba en un usuario como yo: la casa no es mía, y no voy a llamar a un electricista para esconder la instalación. Entonces, decidí convertir los cables en una parte del diseño.
Las piezas favoritas de Jorge Luis Obando
Durante la conversación surge la pregunta que solemos hacer en todas las casas que visitamos: cuáles son sus piezas favoritas. Y Jorge Luis Obando lo tiene claro: tras cerrar su casa en Colombia, no tiene apego por las cosas materiales. “Los objetos se disfrutan, y luego te deshaces de ellos”, reflexiona. Lo único que se llevaría a otra casa en caso de mudanzas serían sus plantas, “las piezas más valiosas de mi casa. Las cuido, las mimo, tengo pasión por ellas”, explica Jorge Luis. Junto a las plantas, el interiorista también se llevaría el cuadro de un gato que se trajo desde Colombia y que está oculto bajo la alfombra del salón.
“Es extraño, porque no me gustan los gatos, no tengo conexión con estos animales. Pero en mi ciudad, en Colombia, fui al taller de un artista llamado César Tellez. Estaba pintando este cuadro de un gato, y aunque no me gustan, le pedí que no lo vendiera, que ese cuadro era para mí. Además, en esa época yo también estaba trabajando con un coach que me dijo que yo era un gato por mi carácter. Y al ver este gato, dije, tiene que ser mío. Esta pieza la aprecio mucho, y la tengo todavía sin poner; la traje desde Colombia en la maleta, doblada… y al llegar a Madrid tuve que hidratarla, y todavía está estirada debajo de la alfombra.
Un interiorista que no decora: soluciona problemas
En el proceso de creación de su casa, Jorge Luis ha puesto en marcha la misma filosofía que practica cuando trabaja para sus clientes. “Todas las cosas las he ido adaptando a mis necesidades. Cuando hago casas para clientes míos, no las decoro, no las adorno. Dejo al cliente que ponga sus recuerdos para que las personalice”.
“Desde la arquitectura me he dedicado más a la arquitectura residencial, aunque hago también arquitectura e interiorismo residencial. Pero lo que más me gusta es la arquitectura residencial. Intento sesgar mucho mis proyectos hacia lo residencial, desde el diseño de la casa a la especificación de los acabados, el diseño, la iluminación, y ya poder pasar al hogar. La parte del interiorismo tiene una parte psicológica que es la que más me gusta, poder meterme en la cabeza de los clientes, para poder plasmar en sus casas su forma de ser”.
Dentro de esa filosofía por conocer a sus clientes, Jorge Luis nos explica que nunca se vende como interiorista “Realmente, yo no voy con la tarjeta de arquitecto, yo hago amigos, tomo cafés con ellos, y eso me trae proyectos. Yo creo que cuando construyes desde la confianza, la relación es completamente distinta. Para mí es importante que los clientes entiendan que más que decoración, yo diseño: soluciono problemas y situaciones. Necesito entender como vive el cliente, qué necesidades específicas tiene, como el usuario vive ese espacio”
Jorge Luis Obando, ¡muchas gracias por recibirnos en tu casa y por ese estupendo café colombiano!