Hay casas que te envuelven y que te abrazan. Casas que invitan a disfrutar de largas sobremesas con conversaciones que nunca acaban, de las que uno no se quiere marchar jamás… Y una de esas casas es la de Yolanda Royo y Carlos Pérez. Quizás muchos los conozcáis por los dos negocios que han puesto en marcha, La Tartería, desde la que crean tartas deliciosas con diseños bellos, y Tartán, un estudio de decoración desde el que ponen bonitos casas y negocios.
Tras llamar al timbre, nos recibe Yolanda con esa amplia sonrisa que le caracteriza. La luz entra a raudales por la ventana, y tiene puesta una preciosa mesa para desayunar llena de delicada porcelana con piezas de Cristina Oria, o de la parisina Astier de Villatte, y de algunas de las delicias que salen de su obrador. La casa, situada en el centro de Zaragoza, a pocos metros de Independencia, es un remanso de paz y de luz.
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Una reforma integral
Yolanda y Carlos llevan viviendo allí desde hace 15 años. Aunque era la típica casa, con un pasillo muy largo y muchas habitaciones, se enamoraron desde un primer momento por la luz. Y además, enseguida le vieron las posibilidades. Decidieron cambiar por completo la distribución, tirar tabiques, eliminar el pasillo, y crear un gran contenedor industrial con vigas vistas que agrupara salón, comedor y zona de trabajo. La cocina, situada en el antiguo pasillo, se aisló con un tabique decorado con un papel pintado de motivos geométricos de Tartán, rematado por cristal para integrarla en el espacio multifuncional y dejar pasar la luz al interior de la cocina. En la pared separadora recubierta de papel, destacan dos apliques creados por Carlos.
En torno a la mesa de desayuno transcurre nuestra charla, y van saliendo detalles de la vida de esta mujer de actividad desbordante y sensibilidad exquisita. Tanto ella como su marido son decoradores. De hecho, antes de que todos la conociéramos por crear delicias como la tarta pavlova, la red velvet, o la Lemon Pie, Yolanda se dedicaba al mundo de la decoración.
Tartas, decoración y literatura
Además de realizar trabajos de decoración, desde 1997 hasta el 2011 daba clases de escaparatismo, de decoración navideña, de decoración de montajes de sala… En ese momento, cuando iban a ferias de decoración, siempre aprovechaban para visitar restaurantes diferentes y ponerse al día en lo último en gastronomía. Fue en 2011 cuando, a raíz de la crisis que se inició en el 2008, decidió junto a su marido abrir nuevas vías de negocio, reinventarse, y fusionar dos de sus grandes pasiones, la gastronomía y la decoración.
“En ese momento, yo iba a comprar una tarta, y como me gusta tanto la estética en la mesa, iba a comprar un pastel, y es que no había tartas que se ajustaran a lo que yo buscaba, no eran tartas muy estéticas. Ahí vi la necesidad de hacer tartas bonitas’, nos explica Yolanda.
Durante la conversación, surge el tema de montar mesas bonitas, la pasión por la porcelana, por la necesidad de tener charlas interesantes e intercambiar ideas para crear, ya sea con las tartas, en el mundo de la decoración, o para escribir. Porque Yolanda, además de decorar y crear repostería creativa, también escribe. “Una vez a la semana desde hace cuatro años voy a literatura, al Estudio de Escritura de Zaragoza, y de hecho, tengo un pequeño proyecto, un libro que espero que pronto vea la luz”.
Precisamente, de mezclar la pasión por escribir, y por la gastronomía, surge otro de sus múltiples proyectos, sus meriendas literarias. “Un escritor, o una persona que quiere comunicar, necesita nutrirse de otras relaciones, de otras conversaciones, de un tiempo de ocio, de viajar… para luego poder trasladar esas vivencias a sus creaciones. Por eso me apunté a literatura, para ver a otras personas, tratar otros temas, hablar de ideas… ”.
Y en el marco de mis clases de literatura, fue como surgieron las meriendas literarias: “Me pareció muy interesante combinar la cocina con la literatura. La primera velada que celebré, seleccioné recetas de libros que me habían gustado, como ‘Agua para chocolate’, o ‘Los 3 Mosqueteros’, e hice una cena con el estudio de escritura, invitando a varios escritores, y sirviendo esos platos con una temática determinada nacida de los libros”.
Luego, durante el confinamiento, surgió la idea de organizar meriendas. “La merienda me parece una parte importante del día, un momento que lamentablemente se ha olvidado… pero el té de las 5 es algo maravilloso. Durante el confinamiento, aquí pensando, quería hacer algo en Instagram. No me apetecía cocinar en directo como todo el mundo, y como conocía a Sara Sánchez, que es escritora y dramaturga, además de una ávida lectora, le propuse hacer las meriendas literarias”.
Un contendor industrial, epicentro de la casa
En el gran espacio diáfano de aires industriales que conforma el área de día, hay tres zonas claramente diferenciadas. Por un lado, la zona de comedor. Una zona que es fundamental para Yolanda, ya que le encanta recibir visitas y organizar comidas en torno a la mesa. Precisamente, la mesa articula este espacio situado frente a la terraza, y presidido por un gran armario vajillero de hierro y madera, ideado por Carlos, y fabricado por un herrero.
Allí, se encuentran las grandes joyas de Yolanda: sus vajillas y piezas que ha ido reuniendo con el paso de los años, adquiridas en tiendas, en mercadillos, en viajes, y que son protagonistas en las mimadas mesas que reúnen a familia y amigos. “Este es mi rincón de inspiración”.
Junto a la mesa, hay unas sillas Reina Ana, “tapizadas en negro con tela de baturra, porque hace 15 años no encontré una tela en negro que me gustara”. Sobre la mesa, hay una gran lámpara creada por el propio Carlos. Y para cerrar la escena de esta zona de la casa, las cortinas de CJM Worldwide, también de Tartán, de la terraza son una auténtica maravilla por su colorido y por la forma en la que tamizan la luz.
En la zona de estar, hay un sofá con el diseño del sofá que tenía Coco Chanel en su estudio. “Es un modelo clásico, que ya lo mandamos hacer en 2005”. Al lado, hay un sofá chester, “porque siempre nos ha gustado, aunque este modelo es sin capitoné. Y al lado, tenemos también un cheslong. Las telas que ves, son de Osborne”.
La tercera zona, es la de trabajo. Allí, destaca una gran mesa que compraron en un rastrillo, complementada con un increíble mueble chino, en el que guarda la impresora y otros temas de oficina, para ocultarlos y que no estén a la vista. Aquí también destaca una silla stokke que era de su hijo. “Quizás el mueble más amortizado, ya que sirvió para dar de comer a mi hijo, y ahora es la silla de trabajo”, señala Yolanda.
Una estancia llena de detalles
Se nota que Yolanda y Carlos tienen un estudio de decoración por la cantidad de detalles que se pueden ver en esta casa. “Nos gustan mucho las alfombras para dar calidez, y como ves, también hay mucho verde. Me encanta la naturaleza, los jardines, y aunque vivimos en el centro, quería meter la vegetación en casa. En relación a este tema, me he comprado este libro, ‘El jardín de Virginia Wolf’, porque me gusta mucho esta escritora, y las imágenes que lo ilustran, es una maravilla”.
En las paredes, hay mucho arte. Cuadros de Pepe Cerdá, de Tendero, de la pintora zaragozana Pilar Serrano… En la zona de salón comedor también hay muchos detalles de viajes que la pareja ha realizado. En la zona de entrada, destacan sin duda un juego de un par de llamativas cabezas sicilianas.
La zona de noche
La zona de noche se articular en torno al vestidor. Este elemento comunica la zona de día, con los dormitorios y el baño. Los armarios corridos del vestidor, dispuestos en formación de pasillo, fueron revestidos con una tela de rombos muy luminosa ‘Cuando la pusimos hace 15 años, era muy novedosa, porque aún no se utilizaba tanto el blanco y negro así, puro y duro”.
Las puertas que dan acceso a las habitaciones son recuperadas “Las tiraban de una casa, eran de nogal, y las mandamos a decapar. Mantuvimos hasta los cristales’. El dormitorio de Yolanda y Carlos invita al relax y la desconexión. Las paredes están revestidas con un papel pintado con pajaritos, y destacan los cuadros que conforman un collage. “Teníamos muchos cuadros, y decidimos hacer una composición en plan collage. Fotografías indias, de República Dominicana, fotografías hechas de por nosotros en París, o un dibujo de mi hijo de cuando era pequeño”.
El baño es como una prolongación del salón, ya que la parte superior del tabique está acristalada para dejar pasar la luz, e integrar esta estancia en el gran contenedor de aires industriales que es la zona de día.
Su rincón y sus piezas favoritas
Ante la pregunta de cuál es su rincón favorito, Yolanda no duda ni un minuto en responder: “la zona de comedor, y el vajillero. Yo le llamo mi invernadero, con mis vajillas, la luz natural y las plantas de la terraza. Esta piedra que cuelga de la lámpara, me la regalaron cuando vivíamos en otra casa, y mi amiga me dijo que debía tenerla colgada en una zona en la que siempre hubiera muchas personas. Y me hace mucha gracia por todas las comidas, las sobremesas y las tertulias que se han vivido en torno a ella”.
“También me gusta mucho el dormitorio, porque me parece muy cálido. Allí me gusta ir a leer, a tocar el piano…”
En lo que respecta a sus piezas favoritas de la casa, Yolanda destaca el Hermes, una teja griega que luce en el salón y que compraron en un anticuario en Atenas. “Cuando me siento en el sofá, me encanta mirarla. También tengo predilección ese centro de vidrio verde, que suelo poner como centro de la mesa del comedor, la lámpara, las cabezas sicilianas… Y cosas como el muérdago, que lo tengo colgado todo el año, la corona de laurel, las cortinas de la zona de comedor, una estampita de la Virgen de Guadalupe…”.
Como podéis ver, una casa con alma y llena de encanto en la que nada ha quedado al azar. Yolanda, muchísimas gracias por abrirnos las puertas de vuestra casa.