Tenía ganas de charlar largo y tendido con Beatriz Lucea. Y por supuesto, de conocer su casa. Beatriz es una de esas grandes mujeres que animan la vida cultural de la ciudad, y que hacen que te sientas un poco más orgulloso de ser zaragozano. Por las exposiciones que produce, y por esas intervenciones artísticas que hacen que los hospitales aragoneses sean un poco más agradables gracias a su ONG Believe in Art.
DOBLE VIDA CON DOS TRABAJOS EN TORNO AL ARTE Y LA SOLIDARIDAD
Porque Beatriz, con una trayectoria de más de 20 años con un despacho dedicado a la museografía y consultoría cultura, produce museos, exposiciones, centros de interpretación y planes de marketing cultural, nos ha dado muchas alegrías con exposiciones en lugares como el Centro de Historias.
Su trabajo como museógrafa lo compatibiliza con una labor ante la que hay que quitarse el sombrero: la fundación Believe in Art. Una fundación creada por la propia Beatriz junto a María Luisa Grau desde la que coordinan a artistas para que pinten murales en habitaciones, quirófanos y espacios comunes de los hospitales públicos aragoneses para hacer de estos espacios lugares más amables y humanos mediante el arte y la creación contemporánea.
Durante la conversación en el salón de su casa, Beatriz nos explica que “este año 2022 será nuestro 9º aniversario, llevamos más de 100 murales pintados en espacios hospitalarios aragoneses, lo que supone otros tantos artistas que han colaborado desinteresadamente con la ong”. A Beatriz,
se le iluminan los ojos cuando habla de uno de sus proyectos más especiales, y también mediáticos en redes sociales: el mural que hace unos meses pintaron en la fachada del Hospital Infantil de Zaragoza.
“Este año hemos podido la suerte de por fin dar luz y concluir un proyecto muy deseado, que llevábamos muchos años detrás de él, era muralizar la fachada del Hospital Infantil. Un hospital de los años 80, que en su momento fue innovador, pero que ahora se ha quedado con un aspecto exterior muy duro. Nos apetecía seguir pensando en los pacientes. En los niños que cuando entren allí tengan una primera sensación de acogida. Pero también nos apetecía tener otro input creativo y artístico en la ciudad”.
“Cuando alguien siempre nos dice ‘hemos visto vuestras habitaciones’, nosotras decimos, vaya, lo siento, porque si ha visto los murales en las habitaciones es porque ha estado ingresado. Y al final nos apetecía que no hiciera falta estar ingresado para ver el trabajo de Believe in art.
Esta acción ha sido como el colofón de la actividad de Believe in Art para 2021, aunque siguen trabajando llenando de arte las habitaciones del Hospital Clínico, o la sala de espera de medicina nuclear en el Miguel Servet, mientras trabajan ya para dar el salto fuera y realizar intervenciones en grandes hospitales de otras ciudades del país. Realmente, lo tenían todo preparado para hacerlo cuando llegó la pandemia, pero ahora retoman el proyecto teniendo claro que van a ejercer de aragonesas.
“Teníamos todo preparado Nuestra ilusión cuando vayamos fuera es presumir fuera de Aragón, porque somos pioneros en la humanización hospitalaria a través del arte, porque no hay otro proyecto en España que haga esto. Hay cosas puntuales, pero no hay un proyecto que trabaje desde el arte de forma sostenida como es nuestro caso”.
UNA CASA LLENA DE ARTE
Con lo que habéis leído ya, os podéis imaginar que la casa de Beatriz Lucea está llena de arte. “El arte es un pilar fundamental de mi vida, y en torno al arte gira todo para mí. Mis vacaciones, desde niña, consisten en ir a ver museos y catedrales. Y todo eso arranca porque mi padre, Luis Lucea, es artista, un copista excepcional. Lleva copiando desde que era muy jovencito, y yo por eso el arte lo he vivido en casa. Mi padre ha copiado mucho en el Museo de de Zaragoza, y yo siempre he ido al museo con él. Además, mi madre también pintaba”.
Esa pasión por el arte se respira por todos los rincones de la casa de Beatriz. De hecho, hay cuadros hasta detrás de las puertas. “He tenido épocas más minimalistas, o más japonesas, o más zen, pero ahora, tengo un poco de horror vacui como puede ver. La casa la ha ido ‘construyendo’ poco a poco, algo muy importante sin duda para hacer una casa funcional y vivida: “No me gusta hacerlo todo de una vez. He dejado algunas piezas que todavía no he puesto, porque quiero ir poco a poco. Si lo pones todo muy montado desde el principio, luego encuentras piezas que encantan, que quieres para tu casa, pero que no sabes dónde ponerlas.
Como podéis ver en las imágenes, el arte lo marca todo, combinando cosas antiguas con piezas de diseño, demostrando una vez más, que la belleza está en lo antiguo y en lo nuevo. En el salón destacan dos grandes cuadros pintados por Luis Luce, padre de Beatriz. Uno de ellos, es una copia de un cuadro de Iris Lázaro. El otro, es una belleza, una copia de una obra del Museo Provincial de Zaragoza del pintor Casto Plasencia, un destacado simbolista del siglo XIX.
“Estos dos cuadros grandes de corte muy clásico marcan el espacio, y a partir de ellos, he ido recomponiendo lo demás con cerámica japonesa rota (ya sabes que los japoneses a la rotura no le dan importancia), una obra de Joaquín Ferrer Millán, una obra auténtica de Iris Lázaro que me regaló cuando me casé, y luego, cosas que nos hacen gracia, pero que no tienen valor. Me gusta jugar, introduciendo en la composición elementos como este estribillo de una canción de Michael Jackson, o esto que ves ahí enmarcado, que realmente es una bolsa de Vinçon, la mítica tienda de diseño de Barcelona, ya desaparecida. Me hizo gracia el texto, le quité las asas, y la enmarqué. ¿Qué es esto? Nada, ¿cuánto vale?, nada. Pero me hace gracia”.
MUEBLES MUY ECLÉCTICOS
En el salón, al margen del arte y de las piezas divertidas que cuelgan de las paredes, destaca una preciosa mesa que era de la abuela del marido de Beatriz. Una robusta mesa catalana de principios del siglo XX con mucho peso visual y que da mucha personalidad al espacio. Con la mesa, destacan dos preciosas sillas vintage procedentes de la base americana que son una auténtica maravilla.
También destacan en el salón piezas como una preciosa camarera dorada que Beatriz compró en un mercadillo, un tocadiscos, una increíble colección de vinilos (entre la que está el primero disco que grabó Michael Jackson a los cinco años tras ganar un concurso en la radio), una lámpara de arco, o una preciosa lámpara retro de Ikea con un diseño muy Mad Men. Tampoco faltan elementos familiares, como es el caso del maletín de pintura de su padre, las plantas, presentes por toda la casa, ni la porcelana.
A Beatriz también le apasiona la porcelana y la cerámica, y por eso colecciona tazas bonitas que suele utilizar. “Mi juego de café es cada pieza a su manera, desde un juego de Sargadelos, a una de cerámica raku japonesa, otra de aire oriental de mi abuela de los 60… En fin, ninguna taza es igual que la otra. Cuando viene un invitado le hago elegir donde quiere que le ponga el café o el té. En ese orden de rarezas, no tengo platos de postre, el postre lo pongo en baldosas”.
Además, Beatriz también colecciona cajitas. Las tiene de Londres (Fortunn&Masón), de Portugal… Y entre todas, destaca una cajita de latón que le regaló Eduardo Laborda y a la que tiene mucho cariño. “Esta caja es muy pequeña, cabe dentro solo un bombón, y es que a principios del siglo XX, cuando las señoritas iban de visita a casa de otras señoritas, llevaban como detalle un bombón, en una cajita. Es delicioso en todos los sentidos, ¿no?”.
Entre las joyas de la casa también destaca una colección de grabados e ilustración, con obras de Pablo Serrano, Eduardo Larborda, Iris Lázaro, Beulas, Duce, Óscar Sanmartin, Ferrer Millán, e ilustradoras como Bea Entralgo, Rebeca Zarza, Cayo, Rochólica…
Junto a la mesa, una librería delata otra de las pasiones de Beatriz: Los libros. “Ahora tengo pocos libros en comparación con la casa anterior, en la que tenía una biblioteca. Al venir aquí tuve que hacer una selección. Hay desde libros antiguos, libros del colegio de mi padre, y libros de arte fundamentalmente”. En esa librería se plasma la afición de Beatriz por componer “mis propios bodegones, con mis cositas, al igual que los del siglo XVII; pero versión actual y menos intelectual… pero son piezas que cada una significan una cosa importante, y no están colocadas de manera casual, sino conformado un todo, una armonía que para mí al menos, tiene sentido”.
Así, en la librería se combinan los libros con meditadas composiciones en las que los libros se mezclan con objetos como una botella de Coca Cola rellena de arena del desierto del Sáhara, golondrinas de cerámica, unos planos originales de trenes de la CAF de principios de siglo…… Piezas importantes, con piezas que no tienen ningún valor, pero que ayudan a crear esa atmósfera que destila creatividad.
Una creatividad que se palpa en el ambiente, y en su despacho. Allí, Beatriz está trabajando ya en su próximo gran proyecto expositivo: Una gran exposición que se celebrará en el Centro de Historias de Zaragoza sobre los 100 años de danza clásica en Zaragoza. La expo estará comisariada por la periodista Ana Rioja, y Beatriz se encarga de la producción y museografía. “Se me ocurrió la idea porque fue el aniversario de María de Ávila, un personaje admirado y muy querido en Zaragoza, una ciudad que ha tenido muchos avatares con los ballets, pero que desde María de Ávila y hasta nuestros días, siendo cuna de grandísimos bailarines que han triunfado en compañías de todo el mundo”.
LA PIEZA FAVORITA DE BEATRIZ
Una vez que hemos visto la casa, llega el momento de la pregunta que más hace pensar a los anfitriones que nos reciben: ¿Cuál es tu pieza favorita, esa que tiene que acompañarte siempre por muchas mudanzas que hagas? Beatriz duda unos segundos, y no nos extraña nada con la de cosas y piezas bonitas que hay en su casa. Pero rápidamente, recupera esa serenidad que transmite mientras hablas con ella, y señala a los grandes cuadros que marcan la decoración del salón y que fueron pintados por su padre.
Y también me dirige hacia el dormitorio, para señalar una pieza única: una cómoda azul de los años 40 con toques dorados y una delicada pintura en el cajón frontal que era de la madre de Beatriz y que fue restaurada por su padre. Sobre la cómoda, destaca una preciosa lámpara, de la familia del marido de Beatriz, Juan Carlos Díaz: una lámpara de cerámica de Moliner de formas voluptuosas que encaja a la perfección con el conjunto.
SU RINCÓN FAVORITO
Cuando hablamos de su rincón favorito, Beatriz lo tiene claro: el sofá. “Te podría decir que mi lugar favorito es aquí, con mis libros, pero no. Sin duda, mi rincón favorito es el sofá para tumbarme a leer o a ver una serie. Al final llevamos un ritmo de vida de no parar, y tumbarse en el sofá se ha convertido en un lujo”.
Beatriz, muchas gracias por recibirnos en tu casa, y por permitirnos disfrutar contigo de una charla llena de arte, cultura, y mucha sensibilidad.