Son las 9;30 de la mañana, y la luz otoñal comienza a colarse por uno de los miradores modernistas más hermosos de la ciudad. Estamos en casa de Manu Azcona, un zaragozano que se dedica a la dirección artística y creativa para publicidad, cine, exposiciones… y que es toda una institución en los circuitos culturales (trabajó en la galería de Pepe Rebollo), y hosteleros (no en vano, creó el Café Botánico en el Pasaje del Ciclón en 2011, y el Marsella, en la Plaza de San Pedro Nolasco, en 2016).
Su casa es el reflejo de cómo es su personalidad. Una casa preciosa que es como un pequeño museo lleno de piezas muy diferentes, pero que a la vez, forman parte de una atmósfera envolvente y llena de magia que pocas casas tienen en esta ciudad.
El mirador modernista, el rincón preferido de Manu Azcona
Parte de esa magia la aporta sin duda el mirador modernista que preside el salón de la vivienda, con vistas a la plaza de Sas y a la calle Alfonso. La perspectiva, única en Zaragoza, es muy vienesa, con esas casas afrancesadas de principio del siglo XIX, y al fondo, el museo Pablo Gargallo), y la torre de San Felipe.
Pero además, si giramos la vista hacia el norte, vemos como sobre los tejados del casco antiguo emergen dos de las torres de la Basílica del Pilar. Precisamente, este es el lugar de la casa que más frecuenta Manu, ‘desde sus forjas y cristalera tengo una perspectiva hasta el palacio de Argillo que me hacer sentir la sensación de vivir en una ciudad elegante y cosmopolita, a pesar de todo’.
Una casa de aires bohos
Este mirador, además de aportar mucha personalidad al salón, permite también llenar la estancia de una luminosidad desbordante. Tan desbordante, como la cuidada selección de obras de arte y mobiliario que conforman esta casa de aires bohos al más puro estilo bourgeois boheme. Un estilo que realmente, es un poco tal y como es Manu Azcona: un bohemio diletante que tiene como profesión hacer feliz a la gente que le rodea, tal y como le gusta decir a él mismo.
De hecho, durante la pandemia, recibir a gente ha sido su actividad preferida en el ámbito doméstico. Frente a las restricciones existentes en el exterior, Manu Azcona abrió las puertas de su casa y su cocina para crear momentos felices en su entorno como parte de su nueva y ferviente actividad.
Piezas eclécticas muy bien combinadas
Como se puede ver, la casa es de lo más ecléctica. En el lado derecho del salón podemos encontrar un sofá Le Corbusier, acompañado de una lámpara italiana y una encantadora mesa vintage de jardín del País Vasco francés que tiene un inspirador aroma a Biarritz gracias a la franja en azul y blanco, tan característica de esas costas. Sobre la mesita, podemos ver una plumilla art deco que fue adquirida a Jaime Lorenzo, un destacado anticuario de Zaragoza.
Coronando el sofá, Manu Azcona tiene un grabado policromado del siglo XIX llamado ‘The wedding’ comprado en un anticuario de París, en el que se representa el momento en el que el novio le da los regalos a la novia y que aporta un punto de clasicismo romántico al conjunto.
Y frente al sofá, para completar la escena, una pieza que solo podría quedar bien en casa de alguien con la personalidad de Manu: una mesa auxiliar de una discoteca de los años 70 de Barcelona, aproximadamente de la época de la icónica Boccaccio. La mesa, hecha con teselas, es una auténtica ensoñación japonesa, y está pendiente de ser sometida a una pequeña restauración para que vuelva a brillar como antaño.
Su obra preferida
En el lado contrario, sobre una mesa moderna de diseño industrial, hay varias obras que también son reseñables, como una fotografía del artista vasco Ángel Gaüeca, o un cuadro del pintor zaragozano Fernando Martín Godoy de 2017. Esta obra de Martin Godoy es la preferida de Manu Azona, ya que “disfruta mucho con su plástica sugerente, con las diferentes veladuras y volumetrías. La templanza de su lenguaje compensa la intensidad del mío”.
Las piezas tienen como común denominador, además de la gama cromática, las formas circulares, a juego también con un espejo colgado de la misma pared, dando así una coherencia y un discurso estético al conjunto.
Sobre la mesa industrial, podemos ver también una figura de Lladró de inicios de los 70 que es una auténtica joya. Y sobre la mesita de mimbre a juego con el silloncito que hay en la esquina, podemos ver también un precioso candelabro con forma de ave tropical que Manu compró en Bruselas. Como punto simpático, en lugar de una vela, ¡Manu ha colocado un huevo! A ambos lados de la puerta, destacan dos espejos puerta conseguidos en un brocante que además de su efecto decorativo, consiguen reflejar la luz del mirador modernista.
Y cerrando la escena, además de una lámpara de techo vintage de globos comprada en La Prendería, sobre las paredes de color rojo del pasillo destaca también una obra del artista Pablo Tello.
¿Nos os parece una casa preciosa, y con una de las vistas más hermosas de nuestra ciudad?
Querido, manu, gracias por abrirnos las puertas de tu casa. Creemos que estos objetos te encantarán para seguir decorándola.